La soledad de ser diferente
Existe una clase de soledad que las palabras apenas pueden describir. Es una soledad que no solo resuena en habitaciones vacías, sino que grita en lo profundo del alma: un clamor silencioso que vibra en los lugares donde nadie mira. Esa es la soledad que muchas veces acompaña a quien es diferente. Y, aún más doloroso, es la soledad que nace cuando esa diferencia se convierte en motivo de rechazo. Ser rechazado por algo que no puedes controlar—una discapacidad, el peso, la edad, la apariencia—es una herida que atraviesa el alma. Corta tu sentido de pertenencia y susurra mentiras sobre tu valor. Te dice que eres demasiado o que no eres suficiente. Demasiado joven para ser tomado en serio. Demasiado mayor para importar. Demasiado pesado para ser bello. Demasiado delgado para ser real. Demasiado discapacitado para ser incluido. Cuando el rechazo se une a la discapacidad, la soledad se convierte en compañera constante. No se trata solo de no recibir invitaciones o ser ignorado en una c...